LAS LOCAS DE LA COLINA
¡Hola a todos!
Vuelta a la rutina y ¡a por la semana!
Ya no aguanto más, tengo muchas ganas de contaros cómo está siendo dar clase a adultos, así que ¡aquí va!
Dos noches a la semana doy clase de conversación a
dos grupitos distintos de adultos. Adultos se refiere a alguien desde los 23 años hasta los 80. Simplemente hacen distinción
entre los que estudian la carrera y los que trabajan y hacen este cursillo. En
general, es gente que tiene su vida hecha y que saca hueco para estudiar unas tres
horas de español a la semana.
A mí me tienen FASCINADA. Para empezar porque me
parece que tienen una fuerza de voluntad tremenda compaginando sus vidas con
las clases. Si a mí me da una pereza horrible terminar a las 9:30 de la noche,
a ellos no sé qué les debe parecer teniendo en cuenta los horarios que llevan
aquí en los que a las 6 se cena y a las 11 se acuestan.
Muchos trabajan, otros ya están jubilados. Unos
vienen solos, otros con su mujer o marido. Unos vienen en coche, otros andando.
O en bici. Hay una señora de unos 70 años que viene en bici y tarda, nada más
ni nada menos, que ¡hora y cuarto en llegar a su casa! Me pido ser ella de mayor.
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| "Mujer feliz leyendo" de Flavita Banana |
Es lógico que todo esto se vea reflejado en sus
inmensas ganas de aprender, en las miles de preguntas que hacen y el tomarse en serio lo de hacer deberes.
El otro día les tuvimos que regañar para que no se
tiren tanto tiempo en casa haciendo los deberes.
Me partía de risa la semana pasada cuando mi compañero
me contaba que una señora, para hablar de su pueblo, hizo una presentación de
Power Point ¡que tenía hasta música de fondo! Como decía él, su presentación daba cien vueltas a las que les ponemos nosotros.
También me enseñó los correos que le envía un
señor cuando este no puede ir a clase. Ni corto ni perezoso, el señor se dedica
a adjuntar en el correo audios en los que cuenta su vida con la excusa de "practicar el idioma". El “hola amigo” y “adiós amigo” no falla.
Por lo que parece, a mí me ha debido tocar el gordo
con uno de los dos grupos. Son unas diez señoras que vienen a clase a pasárselo
tan bien como se lo deben pasan yendo de bares.
Cuando me dijeron que me habían tocado las locas,
no pensé que sería así pero efectivamente, es llegar a clase y desde que entro por la
puerta me las encuentro a todas chapurreando español.
Hablan TODO el rato en español, conmigo, entre
ellas, cuando estoy en clase, cuando se van. Y claro, lo que dicen no tiene
desperdicio. ¡Ojalá las pudiera grabar!
El otro día estábamos hablando de proponer y
sugerir planes y tenían que llevar a clase un plan para proponer a sus
compañeras/amigas con la finalidad de que luego lo pudiéramos hacer todas.
Fue una auténtica pelea de gallos. Una proponía
algo, otra le decía que vaya rollo, todas se reían, la siguiente proponía, otra
comentaba que ella pasaba de hacer eso, vuelta a las risas y así con cada
sugerencia.
Después les hice votar y ganó este plan: irnos
todas a Lanzarote a pasar unos días. Sí, el plan debía hacerse durante un día y en Irlanda. Como veis, ni caso.
En esta clase está la del ex psicópata. Una mujer
que se llama como yo pero dice que pronunciado a la española no le gusta, que
suena muy feo. Gracias.
Dio la casualidad de que fue su cumpleaños el otro
día y aprovechó para enseñarme una foto de uno de los regalos de su cumpleaños.
Yo no salía de mi asombro. Un oso GIGANTE que medía bastante más que ella y que
le había enviado su ex con un corazón de peluche (también) que ponía te quiero.
Como ya se conocen todas, se lanzaban miraditas,
se reían y se morían de ganas de contarme más historietas del psicópata pero tuve que
dejarlo ahí.
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| Yo preferiría estos de regalo |
Luego hay algunas más “normales” que tienen
motivos muy bonitos para estudiar español como por ejemplo, poder comunicarse
con su nuera y su familia o para poder entenderse mejor con esa amiga española
que conoció hace años.
Cuando se van de vacaciones a España o Sudamérica
me cuentan sin parar todo lo que han bebido (vino, vino y vino) y lo mucho que
les gusta.
Les encanta meterse con los hombres y se parten de
risa cuando les digo que la palabra “problema” es masculina porque “¡cómo no lo
va a ser!”. Lo he dicho ya dos veces y la segunda vez ha tenido tanto éxito como la primera, así que seguiré diciéndolo.
De todo el grupo, hay una alumna que es muy joven
(tendrá unos 19) y nos comentó el primer día que nunca había probado un
plátano. Pues yo, ni corta ni perezosa, me planté la siguiente semana con un
plátano. La chica se rio mucho pero las mujeres le empezaron a decir, entre
risas, que se lo comiera y así toda la clase podía ver su reacción. Evidentemente
no lo hizo pero creo que le asustaron tanto que por eso ha dejado de venir a
clase.
Sin contar lo cotillas que son y lo mucho que me
preguntan sobre mi vida (que si tengo novio, que si me gustan los irlandeses,
que si me gusta bailar, el vino, etc.), me encanta el interés que le ponen a
las clases, ese entusiasmo y sobre todo esas ganas de pasárselo bien que desde
luego tanto me contagian.
Es un grupo muy majo y estoy contenta porque se
han abierto mucho conmigo desde el principio.
Una me ha invitado a varias fiestas para bailar salsa y otra me ha dicho que me vaya con ella a su grupo de "bookclub" que tiene con sus amigas donde comentan el libro que se están leyendo.
Con ellas me rio todo el rato pero hemos tenido un par de momentos duros y serios que, una vez más, me han hecho darme cuenta de que dar clase no es solo abrir un libro y leer unas páginas, como muchos creen, sino enseñar y adentrarse en la vida de muchas personas que quieren compartir contigo sus momentos más íntimos como la enfermedad de una hermana o el fallecimiento de un marido hace escasos meses.
Una me ha invitado a varias fiestas para bailar salsa y otra me ha dicho que me vaya con ella a su grupo de "bookclub" que tiene con sus amigas donde comentan el libro que se están leyendo.
Con ellas me rio todo el rato pero hemos tenido un par de momentos duros y serios que, una vez más, me han hecho darme cuenta de que dar clase no es solo abrir un libro y leer unas páginas, como muchos creen, sino enseñar y adentrarse en la vida de muchas personas que quieren compartir contigo sus momentos más íntimos como la enfermedad de una hermana o el fallecimiento de un marido hace escasos meses.
Reconozco que los primeros momentos fueron una mezcla de “tierra,
trágame” y “¿qué he hecho para que se abran así conmigo?”. Sin embargo, ver cómo se
animaban unas a otras y el ambiente tan íntimo y casi familiar que se creó en
cuestión de segundos, hizo darme cuenta de lo bonito que es que tus
alumnos quieran compartir contigo momentos tan importantes para ellos.
Ojalá se empezara a valorar esta faceta oculta
de psicólogo y amigo que tiene esta profesión.
¡Hasta la próxima, amigos! :)


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