PRUEBA SUPERADA

¡Hola a todos!

Ya está. Lo duro ya ha pasado. Ahora creo que podré empezar a disfrutar de las clases.
Como comenté en mi primera entrada, esta semana ha sido frenética, un ir y venir constante de clases, profesores, alumnos y aulas. Recuerdo todo como una nube y creo que me siguen doliendo las piernas.

Mi primera clase de este año fue, como era de esperar, horrible. Creo que podría resumirla en un “tierra trágame” continuo durante una hora. Bueno, exactamente los 50 minutos que dura una clase.
Llegué deprisa y corriendo, me dirigí hasta el edificio y fui como una flecha hacia el aula, a la cual ya había ido hacía unos días para ver como era.

Total, allí llegué yo y allí que ya estaban todos mis nuevos alumnos sentados. Después de pasar lista, después de preguntar a los asiáticos, a los que tienen dos nombres, a los que tienen tres y a los que soy incapaz de decir sus nombres que cómo querían que les llamara, empecé la clase.

Conecté mi pen drive (mi piña) al ordenador, encendí la pantalla grande que está en la pared y ¡tachán! No funciona el ordenador. Pienso que lo he hecho mal porque soy totalmente antitecnológica (la RAE debería admitir dicha palabra), respiro, vuelvo a probar y… ¡tachán! NO funciona. Les hago una gracia como diciendo que qué torpe soy, vuelvo a probar y … NO FUNCIONA.

Queridos profesores: imprimid la presentación, llevaos ejercicios de sobra, preparad más actividades aunque sea el primer día de clase y por tonto que parezca. Evitaréis pasar una hora espantosa en la que cien ojos te están mirando sin decir palabra.

Todo, absolutamente todo lo tenía ahí. No podía hacer na-da. Empecé a sudar mientras mi cabeza me decía que pensara rápido en soluciones pero por mi mente solo pasaba la frase “¿pero cómo hace tanto calor?”. Llegué a la conclusión de que había dos opciones: terminar la clase por hoy (después de 10 minutos) o jugármela e inventarme una nueva clase.

Decidí improvisar e inventarme cosas sobre la marcha. Les pregunté sus nacionalidades, sus estudios y que por qué querían estudiar español. Una me respondió que era cajera de un supermercado, que siempre se encontraba con una señora española y que por eso quería aprender, para poder habar con ella. Sin comentarios.

Les pregunté que si conocían alguna palabra española y gracias a Dios sabían muchas, así que alargándolo mucho, mucho, pasó la hora. ¡Menos mal!

Eso sí, esta vez conseguí decir mi nombre.


Entre mis otras experiencias a lo largo de esta semana, he tenido:

Un simulacro en el que me di cuenta de que esta vez iba a ser yo la que dijera si teníamos que salir del aula o quedarnos. Creo que tardé unos segundos en analizar la situación y darme cuenta de que podría ser un incendio de verdad. Pasé de reírme a decirles que recogieran sus cosas, que nos íbamos.

De camino a la salida me encontré a un profesor que tras preguntarle si era un simulacro, me dijo muy sonriente y tranquilo que no, que era uno de verdad. Cuando creía que me iba a dar un ataque, alguien gritó por toda la escalera diciendo que era un simulacro. Si puedo elegir, de mayor quiero ser ese señor.

También he tenido millones de preguntas por parte de alumnos como por ejemplo si las personas que viven en México y las que viven en España se pueden entender cuando hablan español. En fin…

He sido muy afortunada al tener en clase a excéntricos alumnos que me han pedido que les llame con unos nombres rarísimos, como por ejemplo una alumna que quiere que le llame Cat. Vino a hablar conmigo después de clase para informarme, vi que había firmado en la lista como Cat y me mandó un correo hace unos días diciendo que no podía ir a clase y firmando como Cat. Sé que será un diminutivo de Catrina o Katherine pero el caso es que ella no se llama así. Pero vale, oído cocina.

He tenido reuniones con alumnos que volvían de su año de Erasmus en España y me contaban lo directos que son los españoles ligando. Una me dijo que tenía un acosador y me enseñó los mensajes del tío que le decía su nombre, su estatura, sus aficiones y que le gustaban los animales. Ella se lo tomaba con humor y decía que somos muy raros pero a ver cómo justificas eso como español. Simplemente no puedes.

He luchado con pizarras táctiles, he dejado con la palabra en la boca a un alumno que tenía una duda porque llegaba tardísimo a mi siguiente clase, he tenido que ir a aulas en más de 9 edificios distintos, he visto cómo alumnos llegaban justo al terminar para pedirme perdón porque se habían perdido, he vuelto a sufrir el estrés de preparar clases y hacer mil fotocopias de más y un largo y lluvioso etcétera.

Sin embargo, también he tenido momentos buenos, lo prometo. Me ha encantado volver a encontrarme con antiguos alumnos que me decían lo tristes que estaban de no haber podido elegir mis clases porque las horas les coincidían o por no haberse podido cambiar de clase para estar conmigo. Daba gusto verles y oírles lo bien que hablan (algunos) español y la cantidad de anécdotas que quieren contar sobre su año en el extranjero. Pero lo mejor, sin duda, ha sido volver. Volver a tener la oportunidad de hacer lo que más me gusta.




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